Una NOCHE CUBANA viendo una ESTAMPA DE BOHEMIA
que no sabía si era REALIDAD Y FANTASIA estaba escuchando una CANCION DE UN
FESTIVAL y le dije a mi SEÑORA MEXICANA, ES NUESTRA CANCION, VUELVE A VIVIR
este PERDIDO AMOR y dile AL HOMBRE NUEVO que hay en mi si vas a seguir siendo TU MI DELIRIO.
Por favor DIME SI ERES TÚ la
mujer que va a seguir llenado mi vida de alegrías
y te juro que desde hoy voy a
acariciarte y cuidarte COMO UNA FLOR.
Biografía obtenida de: http://www.encaribe.org/
César Portillo de la Luz
César Portillo de la Luz Nace
en el 31 de octubre de 1922 en La Habana, Cuba y fallece el 4 de mayo de 2013 en La
Habana, cuba. Compositor, guitarrista y cantante. Uno de los grandes exponentes
de la cancionística cubana y fundador del movimiento feeling.
Inició su carrera artística como cantante de un trío
configurado por guitarra y tres. En esos primeros años estuvo muy vinculado a
la creación sonera, lo que ejerció decisiva influencia en su interés por la
guitarra, instrumento que tocó en público, por primera vez en 1939. En ese
ámbito conoció de las primeras posiciones del instrumento; después amplió sus
conocimientos técnicos y puso en la guitarra sus primeros acordes e intervalos
generadores de la tríada, acorde más elemental que se pueda construir. A partir
de entonces dedicó todo su empeño, no solo a buscar una digitación
adecuada, sino una explicación lógica en la construcción de acordes para su
posterior aplicación.
Hacia finales de la década del treinta estuvo muy atento
a todo el acontecer musical de su contexto, tanto en el espectro de la creación
nacional como de la extranjera. A través del disco fonográfico siguió muy de
cerca las inclinaciones estéticas operadas en la mejor canción de México y
Puerto Rico y dedicó una especial atención a las bandas sonoras del cine
norteamericano, muy en particular al trabajo orquestal ideado para las
películas de ese recurso cinematográfico.
Las copiosas audiciones, tanto de bandas
sonoras como de discos fonográficos, lo llevaron al cultivo y sedimentación de
amplias apreciaciones de carácter artístico, hasta el extremo de pensar en
mecanismos puntuales capaces de seleccionar, entre estas músicas, las melodías
que en realidad necesitaba para la elaboración de sus propios códigos
estéticos. Consumía lo mejor de la música del teatro musical de Broadway (quedó
prendado de los maravillosos pasos danzarios de la pareja Ginger Rogers / Fred
Astaire), y -gracias al disco- el fructífero desplazamiento musical de
los ricos y pegajosos balanceos del swing a la manera de Benny
Goodman y Glenn Miller, por la rítmica perfecta experimentada por bopers de
la talla de Charlie Parker, Russell, Dizzie Gillespie, permeada por la
percusión afrocubana de Carlos Vidal y Luciano «Chano» Pozo.
Esos timbres no le impidieron apreciar lo mejor de las
potencialidades de todo lo que sonaba entonces en Estados Unidos, hasta
alcanzar experiencias que entramaron singulares subrayados de indiscutible
emoción para el posterior discurso y diálogo melódico en la elaboración de los
textos de sus futuras canciones. Pero, en realidad, la mayor influencia la
recibió de Glenn Miller, quien, en su pensamiento musical, marcó una huella de
trascendencia, especialmente en el aspecto timbrico y armónico.
Al mismo tiempo, el cine musical norteamericano lo
estimuló a emprender un acercamiento a la corriente impresionista. Otorgó sus
preferencias a Claude Debussy y a Maurice Ravel, por lo que se entregó
sin dilación a largas audiciones con grabaciones como la suite La mer,
del primero, a la par que consumía, de manera rara y voraz, a Brahms, Chopin y
Liszt.
Con el tiempo descubrió en la música de fondo del teatro
musical norteamericano y su uso en los filmes musicales la existencia de
alientos impresionistas a lo Gershwing y Handy, en mayor medida que el
impresionismo debussyano o raveliano propiamente dicho; aunque en su aplicación
esta música no quedaba exenta de los códigos impresionistas.
Entonces se adentró en el estudio y la audición para
reafirmar muchas de sus apreciaciones, hasta aquel momento sumergidas en el
conocimiento empírico, intuitivo. Esto lo llevó al decisivo convencimiento de
que, aunque no había alcanzado el estudio sistemático de la música, le
resultaba imprescindible para desarrollar su inmensa galaxia de inquietudes, y
que la solución a tan compleja problemática se conseguía a través del trabajo,
única vía para un artista. Se adentró, a través de las audiciones, en el mundo
creador de los compositores clásicos y románticos. De cada uno de estos estilos
configuró sus preferencias a partir de una rigurosa selección.
En la década del cuarenta se produjeron sus primeros
acercamientos a los discos grabados con la obra de Manuel de Falla, cuyas
composiciones disfrutaría en compañía del guitarrista y compositor Ñico Rojas y
el pianista Frank Emilio Flyn, quienes lo estimularon a madurar como creador.
Sin embargo, solo cuando entró en contacto con el profesor Vicente González
Rubiera llegó a tener plena conciencia de la importancia y complejidad de la
guitarra.
Para los compositores del feeling, las letras
de sus canciones fueron una cosecha de las emociones vividas a diario; con
letras (a diferencia de las canciones de entonces) cercanas a la vida, a la
necesidad de existir y enfrentar realidades. Esto en nada significaba divorcio
de la poesía, el sentimiento y el amor por la vida; como contraste, estas
emociones se contemplaban desde un prisma diferente, desde un universo poético
más concreto, aunque pletórico de un lirismo alejado del morbo y la cursilería,
más allá del conflicto íntimo de la costumbre.
En múltiples ocasiones afirmó: «Yo no soy esclavo de las
circunstancias, pero si en medio de mi trabajo habitual surge una canción
coyuntural, la hago y luego sigo con lo de siempre. Yo no me detengo en la
coyuntura, sigo. Cada día hay más cosas a las cuales cantarles».
No por azar maduraba las ideas antes de componer, y no
escribía una canción hasta estar convencido de que reflejara un acontecimiento
o estuviera cercana a una verdad.
Su obra, como la de todos los creadores del feeling, al
principio encontró resistencia a ser interpretada. Algunos cantantes alegaban
la complejidad de su armonía, o la desnudez de sus imágenes a toda expresión
artística, o lo contraproducentes para el gusto al uso. Pero por fin despertó
aceptación y difusión en los medios musicales a finales de la década del
cuarenta, sobre todo cuando el compositor, orquestador y tresista Andrés
Echevarria, artísticamente conocido por «Niño Rivera», la incorporó con sus
arreglos al repertorio del Conjunto Casino, recreadas por las voces de Roberto
Faz, Orlando Vallejo, Roberto Espí y Nelo Sosa. Por las ondas radiales cubanas
se comenzaron a escuchar las grabaciones de las piezas Quiéreme y
verás, Realidad y Fantasía, Perdido amor, Es nuestra canción, Tú,
mi delirio, Contigo en la distancia, Concierto gris y muchas otras,
enriquecedoras del firmamento musical cubano.
Los años cincuenta depararon a sus composiciones un
espacio de éxito. Importantes vocalistas, en especial de México, incorporaron a
sus repertorios y programas de grabaciones muchas de las composiciones de
Portillo. Por esos años creó Canto a Rita, Dime si eres tú, Vuelve a
vivir, yChachachá de las pepillas.
Después del triunfo de la revolución cubana, su obra se
tornó más reflexiva, quizás más filosófica. Se dan a conocer Canción de
un Festival, Al hombre nuevo, Canción a la canción, La hora de todos, ¡Oh
valeroso Vietnam!, Interludio, Arenga para continuar una batalla, En esa fechay Canto,
luego existo.
Su obra, siempre pletórica de auténtica cubanía, está más
cercana al divertimento poético, como se aprecia en Son al son y Son
de la verdad.
Por más de seis décadas ha recibido el reconocimiento de
las generaciones más exigentes. La Academia de las Artes y las Letras de la
Música, de España, le otorgó, en su VIII Edición, el Premio Latino a Toda Una
Vida 2004, en ceremonia efectuada en el palacio Municipal de Congresos de
Madrid.
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