Van a fusilar
a un hombre que tiene los brazos atados.
Hay cuatro soldados
para disparar.
Son cuatro soldados
callados,
que están amarrados,
lo mismo que el hombre amarrado que van
a matar.
¿Puedes escapar?
¡No puedo correr!
¡Ya van a tirar!
¡Qué vamos a hacer!
Quizá los rifles no estén cargados...
¡Seis balas tienen de fiero plomo!
¡Quizá no tiren esos soldados!
¡Eres un tonto de tomo y lomo!
Tiraron.
(¿Cómo fue que pudieron tirar?)
Mataron.
(¿Cómo fue que pudieron matar?)
Eran cuatro soldados
callados,
y les hizo una seña, bajando su sable,
un señor oficial;
eran cuatro soldados
atados,
lo mismo que el hombre que fueron
los cuatro a matar.
Nicolas Guillén
Nicolás Guillén nace en Camagüey, Cuba en 10 de julio de
1902 y fallece en La Habana, Cuba el 16 de julio de 1989. Por su obra ligada a
las tradiciones afrocubanas, es considerado el máximo representante de la
llamada «poesía negra» centroamericana y una de las principales figuras de la
cultura de la isla. Nicolas Guillén cursó un año de derecho en La Habana, antes
de abandonar la universidad y volver a su ciudad, donde trabajó como tipógrafo
y se dedicó al periodismo en la redacción de El Camagüeyano, en cuyas páginas
inició también su actividad literaria.
A partir de 1925 Nicolas Guillén se instaló en la
capital, donde participó activamente en la vida cultural y política de
protesta, lo que le supuso breves arrestos y períodos de exilio en varias
ocasiones. En 1937, cuando había publicado ya sus primeros tres libros, ingresó
en el Partido Comunista de Cuba, fundado por su amigo y también poeta Rubén
Martínez Villena, y participó en el célebre Congreso por la Defensa de la
Cultura, realizado en Valencia en plena Guerra Civil española, donde conoció a
Pablo Neruda, Rafael Alberti, Federico García Lorca y Octavio Paz, y su obra
alcanzó difusión europea.
A su regreso a Cuba, Nicolas Guillén dirigió la revista
Mediodía y participó de los movimientos de vanguardia en las tribunas de Gaceta
del Caribe y Revista Avance. Pasó luego años de exilio, viajando por
Sudamérica, y en 1956 recibió el Premio Lenin de la Unión Soviética. El triunfo
en 1959 de la revolución liderada por Fidel Castro y el Che Guevara le permitió
regresar a la isla, donde desempeñó distintos cargos (como la presidencia de la
Unión de Escritores, desde 1961) y misiones diplomáticas de relieve.
La actividad literaria de Nicolás Guillén se inició en el
posmodernismo, aunque pronto su producción se inscribió dentro de la llamada
línea realista de los múltiples vanguardismos cubanos, cultivando como ningún
otro autor la llamada «poesía negra», tendencia surgida en torno a 1930 en las
Antillas.
Desde su condición de mulato expresó con un peculiar
sentido rítmico la temática del mestizaje, en un contexto social y político que
manifestaba la dura opresión y servidumbre sufrida por el pueblo. En sus
comienzos le caracterizó incluso una fonética afrocubana, que más tarde
abandonó para desmarcarse de la tradición oral folclórica.
A esta primera época pertenecen Motivos de son (1930) y
Sóngoro cosongo (1931). Poco después, con West Indies Limited (1934), se alejó
del mero ejercicio rítmico para incorporar la protesta política y
antiimperialista, orientándose hacia una cólera militante y comprometida con el
hombre.
El poema más conocido de este libro, Balada de los dos
abuelos, indicó la madura aceptación de lo africano y de lo español en una
misma sangre: el abuelo blanco y el abuelo negro, que evocan además la crueldad
del tráfico de esclavos. En poemas como Sensemayá y La muerte del Ñeque se
inspiró en ritos y creencias africanos, sin que ello supusiera un rechazo de la
cultura blanca.
Nicolas Guillén siguió evolucionando en la dirección de
las preocupaciones políticas y sociales con Cantos para soldados y sones para
turistas (1937), donde todavía conservó formas propias del canto y de la danza
afrocubana. Al mismo tiempo, sin embargo, se hicieron ya evidentes algunos de los
rasgos estilísticos que predominaron en su lírica posterior, como las
transgresiones sintácticas ya aparecidas en la poesía del fundador del
futurismo, el italiano Filippo Tommaso Marinetti, y el uso frecuente de
«jitanjáforas» (palabras sin sentido empleadas por su sonoridad o su poder
evocador) que había caracterizado la obra del poeta vanguardista cubano Mariano
Brull, así como la rima aguda, las reiteraciones o la enumeración.
En el mismo año de 1937 lanzó, en Poemas en cuatro
angustias y una esperanza, una acusación contra la barbarie de la Guerra Civil
española y el asesinato de Federico García Lorca. Después, aunque conservó
siempre una particular claridad expresiva popular, el elemento rítmico fue
decreciendo en beneficio de un tono más elevado y ambicioso desde El son entero
(1947) hasta La paloma de vuelo popular (1958) y sus poesías en sazón
revolucionaria de Antología mayor (1964), donde mostró su compromiso con la
Revolución cubana y los desheredados del mundo.
Además, su poesía se hizo eco también de las inquietudes
neorrománticas y metafísicas del momento, como la trascendencia del amor y la
muerte, que ocuparon un espacio importante en su obra. Otras obras en esta
dirección fueron Tengo (1964), donde manifestó su júbilo ante la Cuba revolucionaria,
y Poemas de Amor, que apareció el mismo año.
Más tarde publicó títulos como El gran zoo (1967), La
rueda dentada (1972), El diario de a diario (1972) y Por el mar de las Antillas
anda un barco de papel (1977). Además, en Prosa de prisa (1975-1976) recogió
una selección de sus trabajos periodísticos. Y aún dentro de su poesía cabe
destacar el singular Poemas para niños y mayores de edad (1977), libro en que
siguió demostrando su gran capacidad para conjugar preocupaciones diversas y
encontrar formas de expresión constantemente renovadas.
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